Aparece la oscuridad, implacable, negra, impenetrable.
Que nos ciega, nos atemoriza, nos desequilibra.
Comenzamos a buscar entonces un pequeño foco de luz,
ese que nos permita visualizar algún camino posible,
un sostén, una imagen visible del afuera del cual poder sostenerme.
Entonces comienza la búsqueda...
En la luz, puedo complementar el equilibrio con un otro,
Me puedo abandonar al sostén...
Por momentos puedo imaginar unos brazos que me sostienen,
Pero el verdadero equilibrio está en mi centro.
Sin el no puedo mantenerme allí, aún siendo sostenida.
Es cuando entiendo que debo ser parte de esa sombra,
debo danzar con ella,
entender su origen y fundirme quizá en la oscuridad más lúgubre...
Ser una sola y atravesarla...
En algún momento aparecerá el haz de luz,
allí muy dentro mío,
iluminado,
sosteniendo,
haciéndome flotar en su luz...
Con la mirada hacia adentro,
y las sensaciones en carne viva...
Allí comienza nuevamente la búsqueda,
la del punto de equilibrio,
pero ya no busco afuera,
no busco en el otro,
solo me encuentro a mi misma
desplegando luz,
sostenida por mi misma,
firme,
con la mirada abierta,
en equilibrio...
Se que puede durar solo segundos...
pero ya se que puedo volver a encontrarlo...